¿Realmente el disco ha muerto?

¿La muerte del disco?

Desde hace más de diez años, se viene escuchando por lo bajo y por lo alto, entre empresarios, músicos y melómanos, el mismo vaticinio: el cd va a desaparecer. Sin embargo, a pesar de tal sentencia (que no encierra mucha novedad, si pensamos en los avances tecnológicos y la consecuente transformación de los hábitos de producción, circulación y consumo de las industrias culturales), muchos son los artistas que siguen editando discos compactos, cuidando el arte y las diferentes alternativas de presentación; y otro tanto los que aún conciben al formato físico como un objeto de colección y, por qué no, de fetiche. 

Sucede con los libros, sucedió con las películas y también ocurre con el cd y los vinilos, que en su vuelta al mercado, se presentan hoy como una opción premium de culto, para los fanáticos. Lo cierto es que, de una u otra manera, las estadísticas indican que la venta de discos ha reducido considerablemente en la última década; y con ello, las grandes discográficas se hacen agua, entre tanta marea.

¿Cuáles son las causas de la agonía?, ¿cuál es el panorama que se avizora y cuáles las nuevas estrategias que adoptan músicos, disquerías y sellos? La respuesta no parece tan sencilla, cuando se trata de sortear, en el medio, al medio más poderoso de esta nueva era.

Es que internet se presenta, para muchos, como un demonio de dos caras que ha cambiado las prácticas y las relaciones humanas pero que, paralelamente, ha aumentado el acceso a la información, así como las posibilidades de alcance de millones de propuestas musicales, que antes morían (¿afortunadamente?) en el silencio.

Así, considerado como amenaza para algunos (recordemos la interminable lucha por los derechos de autor y la polémica por la Ley SOPA, contra la piratería), y como panacea para muchos otros, en lo que a promoción y circulación se refiere, los medios digitales (emparentados con los nuevos dispositivos tecnológicos) se muestran hoy como la alternativa más efectiva de difusión y de comunicación directa con los públicos, tanto para el mainstream como para el under.

¿De qué manera? Desde las redes más populares como Facebook, Myspace, Soundcloud o Bandcamp, hasta otras vinculadas a la promoción y financiamiento colectivo (ver recuadro) músicos y productores encuentran la manera de llegar a sus públicos y de expandir la movida independiente.

Sin embargo no es ése el camino asegurado a la fama; sabemos que por más redes que utilicemos, el filtro de calidad y preferencias está dado por otras cuestiones, sobre las que no profundizaremos, por ahora.

De esta manera, mientras algunos sostienen que se trata de una industria que está en franca crisis, hay quienes opinan que nos encontramos en uno de los mejores momentos de la música.

Es el caso del músico Fernando Isella, también productor y gestor, coordinador del Sector Música del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA), que estuvo en Mendoza el fin de semana pasado, para brindar una charla sobre estrategias digitales para proyectos musicales, en el marco del Programa “Recalculando”, de la Secretaría de Cultural de la Nación.
Según Isella “estamos viviendo la mejor era de la música; lo único que está en crisis es la venta de discos físicos o digitales, pero la industria es mucho más que eso”.

Al mismo tiempo, afirma que a las discográficas, al menos en Argentina, no les está yendo tan mal como uno piensa, y que aunque los sellos no van a sobrevivir mucho con la venta, sí lo harán con los derechos editoriales, los shows en vivo y el streaming de radios digitales, satelitales y terrestres, entre otros.

Ahora bien, es bueno saber que, aunque los cd pueden desaparecer de las góndolas, la música, afortunadamente, trasciende las jugarretas del mercado y nos sigue acompañando, en la eterna turbulencia de los días.

El sueño del sello propio

Hemos visto, entonces, cómo desde el disco de pasta hasta la supuesta desaparición del CD como soporte físico, la distribución y circulación de la música ha seguido avanzando y tomando nuevos caminos.

Desde las grandes corporaciones de la industria musical, a la proliferación de sellos independientes o autogestionados, colectivos de artistas y circuitos alternativos se han ido actualizando a los tiempos que corren.

No obstante, el método de la gestión independiente no resulta algo nuevo para los artistas, ya que es una práctica que lleva más de 40 años. Bien por una cuestión económica, bien por convicciones ideológicas; si antes eran los punks, hoy son los indies quienes portan la bandera de la independencia y están, en este caso, al margen de la industria masiva discográfica.

Así, este fenómeno que se inició como una alternativa económica en la gestión de las bandas y solistas, hoy es una tendencia a la que aspiran la mayoría de los músicos, ya que esto también lleva detrás una mayor libertad de producción y contenidos a la hora de editar.

Pues bien, sin detenernos demasiado en la relación cantidad-calidad, cabe preguntarse si hablar de autogestión es sinónimo de informal, de baja calidad o de improvisado. La respuesta no es taxativa, pues, como ocurre en otros campos creativos, no necesariamente todo es válido por ser independiente; y no todo lo independiente sugiere algo mal resuelto.

Ahora bien, ¿cómo es que hace para subsistir en el actual mercado discográfico, un sello que apuesta a descubrir nuevas y valiosas propuestas; a marcar nuevas tendencias musicales, a darle cabida a los artistas indie y a generar un cambio de mentalidad en el público?

Pareciera que la tarea es ardua pero que el camino se va trazando de a poco. Para ellos, está claro que no es válida la competencia en los mismos términos con la mainstream, pero por eso eligen formar una estructura propia, que opta por continuar con la edición de discos físicos porque para muchos, se trata de una ritualidad y de una relación irremplazable de los músicos con sus públicos.

Son numerosos, entonces, los ejemplos de sellos que, en este sentido, han logrado crecer en un tiempo relativamente corto. Entre ellos, “Fuego Amigo Discos” (Bs. As.) que arrancó en 2010 como sello virtual, editando simples y EPs y desde 2011 empezó a tener sus ediciones físicas, agregando fechas, festivales y ciclos. Mi Amigo Invencible y Limón son dos de las bandas mendocinas seleccionadas por este sello.

“Zizek”, por otro lado, empezó en 2006, siendo una fiesta que promovía sonidos y productores locales sin mucho lugar en la industria, y se convirtió en un sello que agrupó a la movida experimental-bailable. Fauna y Súper Guachín, son los mendocinos participantes de este sello porteño.

“Viento azul”, es otro de los ejemplos, con el que Lisandro Aristimuño edita sus discos desde el 2009. Y la lista sigue: “Los Años Luz”, “Yo con vos”, “Discos del bosque”, “FAN (Feliz año nuevo)”, “Sadness”, “Del mar”, “Las tías”, “Triple RRR” y el colectivo cordobés “Ringo Discos”, son tan sólo una pequeña porción de esta catapulta de autogestionados que se expande por todo el país.

Algunos, incluso, que destellan desde nuestro desierto, como “Las Gracias” (ex Jonamuhsic), “Wakale Records”, “Gatoinvasores”, “Discos Rebeldes”, “Igor Sueña” y “La cofradía de la flor solar” (histórica en la escena rockera cuyana).