“Yo no pienso que el cine sea caro, pero cuando quien paga -es decir, el público- se queja de los precios, hay que pensar sobre ello”. Son declaraciones de Pedro Pérez, el recién dimitido presidente de la asociación de productores FAPAE, respondiendo a CINEMANÍA el mismo día en el que abandonaba su puesto. Con estas palabras, Pérez se reafirmaba en unas declaraciones anteriores en las que exortaba al sector a adoptar “una política de precios muy agresiva” a fin de paliar el abandono del público. Entre las propuestas relacionadas con este tema, hay una que llama poderosamente la atención, tanto por su osadía como por haber sido aplicada ya con éxito en otros países: hablamos de la tarifa plana para los cines.
¿A qué nos referimos con “tarifa plana”? Pues a una suscripción (mensual o anual) que permite al espectador ir a tantas sesiones como desee, durante el período abonado. En París, sin ir más lejos, una oferta de este tipo cuesta 20 euros al mes, y su éxito ha sido tal que podría representar un 25 por ciento del número de entradas vendidas cada año en la capital francesa. En el Reino Unido, por su parte, este sistema costaría 24 libras (27,9 euros) mensuales, una cantidad algo más elevada pero también asequible. Dados sus buenos resultados y su mediano coste para el espectador, ¿por qué no se implementa esta posibilidad en España?
“Todo depende de que productoras, distribuidores y exhibidores se pongan de acuerdo”, nos dice Rubén Sánchez, portavoz de la asociación de consumidores FACUA. Esta entidad es, actualmente, la mayor defensora de un sistema de tarifas planas para los cines del Estado: a fin de promoverlo, FACUA ha lanzado en Twitter el hashtag #TarifaplanacineYA, obteniendo cerca de 2.890 retweets y adhesiones entusiastas, como la del actor y director Paco León. Según afirma Rubén, la aplicación de la tarifa plana conllevaría una ventaja fundamental: “Las salas se llenarían todos los días, no sólo con los grandes estrenos”, afirma. Lo cual (prosigue) ayudaría a la industria a evitar fines de semana tan nefastos como el del 14 al 16 de junio de este año, en el que sólo 300.000 espectadores acudieron a las salas de nuestro país.
En todo caso, advierte el portavoz de FACUA, la implantación de la tarifa plana para el cine obligaría a “un acuerdo entre partes” donde deberían concurrir todos los sectores que se benefician de una proyección de cine, “incluyendo al Gobierno y a las entidades de gestión de derechos, como la SGAE”. Dicha innovación, además, debería formar parte de un paquete de medidas más amplio, como el regreso al IVA cultural del 4% (en lugar del actual tipo del 21%) y una disminución general del precio de las entradas. Pese a ello, indica, la asociación a la que representa propone un precio para ese hipotético sistema: “Menos de 20 euros por abono, bien para una gran cadena de cines, bien para varias cadenas que adoptasen el sistema a la vez”.
Los exhibidores: “Ir al cine no es caro”
La propuesta de FACUA es tentadora, pero ¿qué opinan de ella los interesados? Nosotros hemos acudido en primer lugar a los responsables de las salas, a través de su patronal FECE (Federación de Exhibidores de Cine de España). Su responsable de comunicación, Borja de Benito, abre fuego con unas palabras que escamarán a más de uno: “El auténtico problema para nosotros es la piratería”, afirma, aduciendo que “cuando tienes la opción de adquirir un bien a precio cero, todo te parece caro”. Además, De Benito señala que “el precio de las entradas es subjetivo, y depende mucho de la experiencia del consumidor: el año pasado, gracias al triunfo de Las aventuras de Tadeo Jones y Lo imposible, las salas se llenaron y no hubo polémicas”.
En Madrid, insiste Borja de Benito, “es posible ir al cine por cinco euros, o menos”, siempre que se sepan aprovechar los distintos descuentos y ofertas de las grandes cadenas exhibidoras, “algo que no se suele percibir por falta de comunicación con el cliente: si no les informas, los espectadores piensan solo en las tarifas más altas, que se pagan los fines de semana”. Por otra parte, señala, resultados tan catastróficos como los de mediados de junio se deberían, más que al coste para el espectador, a factores como el comienzo del calor veraniego o “la falta de grandes estrenos, que debería llevar a las distribuidoras a cuestionarse su capacidad de atracción”. “Recordemos que en España se pagan las tarifas más elevadas de Europa a las distribuidoras, rondando a veces el 50 por ciento”, añade.
Entrando definitivamente en materia, el portavoz de FECE aporta su versión sobre por qué en España no se implanta la tarifa plana: según comenta De Benito, tanto Francia como el Reino Unido o Irlanda son “mercados muy diferentes al nuestro”. Si la industria española no se ha decidido por ensayar este sistema, es en su opinión “porque las cadenas de cines, y sus departamentos de márketing, no lo han juzgado oportuno”. En todo caso, remacha, las cifras manejadas por FACUA en sus estudios sobre el precio de las entradas le merecen poco crédito: “Si haces estudios desde fuera del negocio, empleando además intervalos de tiempo tan bestiales como ocho años, obtienes resultados fuera de la realidad”.
El distribuidor: “Hay que sentarse y hablar”
“No coincido con la propuesta de FACUA al cien por cien, pero tampoco veo ningún problema en que la industria se siente a hablar del tema”, nos comenta Enrique Costa, director de la distribuidora Avalon. Este profesional del cine se mostró muy partidario de las ofertas anticrisis cuando el Gobierno anunció la subida del IVA, y ahora habla en términos favorables de una posible tarifa plana. Sus objeciones parten, sobre todo, de la cifra de 20 € propuesta por la asociación de consumidores: “Los dueños de los cines suelen parecer los malos de la película”, explica, “pero también hay que contar con el dinero que les supone a ellos mantener abiertos sus negocios. El cual es muchísimo”.
El primer requisito para calcular el coste de una tarifa única mensual, indica Costa, debería partir de “un análisis de los hábitos de consumo del espectador” sin fijarse en los precios manejados en otros países: “Habría que ver”, comenta, “cuánto cuesta mantener abierto un cine en Francia, y cuánto cuesta aquí”. Pese a ello, discrepa también de la opinión de FECE sobre la adecuación de ese modelo a nuestro mercado: “Cuando pones los números, las hojas de contabilidad lo muestran todo”, nos dice, “y basándose en esos números habría que medir por qué la cuota de pantalla es tan baja, sobre todo entre semana”. En opinión de Enrique Costa, el aficionado al cine que no tiene reparos en acudir un lunes, martes o miércoles es el gran ignorado, y “hay que ganárselo”.
Finalmente, si el portavoz de los exhibidores nos señalaba los altos porcentajes que cobran las distribuidoras (sobre todo las majors multinacionales) a las salas de nuestro país, el director de Avalon aporta un nuevo dato sobre el tema: “En España, implantar una tarifa plana es complicado, sobre todo porque una de las mayores empresas del ramo de la distribución se niega a aceptar la posibilidad”. Enrique Costa prefiere no dar nombres, pero esto nos plantea una pregunta: ¿a qué puede deberse esta oposición? Lo explicaremos, con un poco de ayuda, en nuestro siguiente apartado.
El exhibidor: “Cada película es un mundo”
Cinemes Girona, un local barcelonés con tres salas y aforo para 600 espectadores, saltó el pasado jueves a los titulares de la prensa de cine por una medida que sorprendió a muchos: una tarifa plana anual de 30 euros, limitada a 1.000 compradores y que sólo podría adquirirse durante una semana (hasta el día de mañana, 21 de junio). La oferta, planteada para financiar un nuevo proyector digital, triunfó apoteósicamente: “Hemos recibido tantas llamadas que lanzaremos un nuevo abono, por 79 euros, disponible la semana próxima”, explica el socio y director del Girona, Toni Espinosa.
Espinosa es el primero en reconocer que su oferta es circunstancial, y motivada por unas circunstancias especiales: “Antes que pedir dinero al banco, y pagarle intereses, preferimos recurrir al espectador”, nos explica. Y prosigue: “La venta de estos abonos no nos hace ganar dinero, pero quienes los pagan amortizan su gasto yendo al cine, y nosotros recaudamos lo suficiente como para cumplir con la distribuidora”. Aun así, el director de Cinemes Girona reconoce lo tentadoras que resultan este tipo de ofertas para el público joven y con pocos recursos económicos. Máxime tratándose de un local como el suyo, especializado en cine independiente y que programa sobre todo películas dobladas al catalán.
¿Y la actitud de las distribuidoras -algunas más que otras- sobre este particular? Espinosa nos ofrece una posible explicación: “Hay muchos tipos de distribuidoras, y cada película es un mundo: no es lo mismo gastarte medio millón en promocionar un filme que gastarte tres millones”, advierte. Pero, continúa: “En el caso de una major en particular, su rechazo se debe a que, en lugar de un porcentaje, cobra a las salas un fijo por cada espectador que va a ver sus películas. De ahí que los cines no apliquen descuentos a las películas de esa compañía”. En todo caso, prosigue Espinosa, los requisitos de una distribuidora de blockbusters no tienen mucha importancia en lo tocante a los Cinemes Girona: “Ese no es el tipo de cine que proyectamos”, concluye.
Yago García en Cinemanía