Industrias culturales y creativas en Asturias

El preámbulo de una convocatoria del Ministerio de Cultura publicada en el BOE del 16/6/2012 dice:

«(…) La creciente importancia de la cultura como elemento dinamizador de la economía y el empleo se pone de relieve en la cuenta satélite de la cultura, que revela que el sector cultural y creativo aporta el 3,9% de nuestro PIB. Con respecto al empleo cultural se estima que genera unos 750.000 puestos de trabajo. El importante futuro que tiene este sector se reconoce en la estrategia de economía sostenible del Gobierno, que considera la política industrial y de innovación como los núcleos principales sobre los que pivota el cambio de modelo productivo (…)».

Por su parte, el Libro Verde «Liberar el potencial de las industrias culturales y creativas», publicado por la Comisión Europea en abril de 2010, recoge afirmaciones contundentes sobre esta figura cultural y empresarial de las ICC: «(…) Muchos estudios recientes han mostrado que las ICC (…) tienen unas empresas con un gran potencial económico y son uno de los sectores más dinámicos de Europa, que contribuye a aproximadamente el 2,6 % del PIB de la UE, con un gran potencial de crecimiento, y que proporciona empleos de calidad a unos 5.000.000 de personas en la Europa de los 27 (…). El Consejo Europeo reconoció la importancia de los sectores culturales y creativos en el marco de la Agenda de Lisboa, así como la necesidad de reforzar su potencial (…). El apoyo a las ICC no se considera un “lujo” ni una opción política aislada, sino una contribución conjunta al desarrollo económico y la cohesión social de un territorio (…)». Sírvanle al lector estas citas como punto de partida para lo que aquí quiero exponer, sin representar a nadie, pero como miembro de una empresa asturiana que se enmarca en las ICC.

Admito que yo mismo me he visto sorprendido por los datos del PIB y de empleo que las administraciones nacionales y europeas reconocen, y creo que, cuando menos, deberían provocar la reflexión personal y el debate colectivo. Queda claro que las ICC no son ni un lujo ni una opción política, son una realidad empresarial, además de cultural, que no se sostendría si la sociedad no articulara su demanda. Supongo que no son necesarios otros argumentos como que la cultura es identidad y que una sociedad sin ella está muerta, etcétera: están universalmente aceptados. Debo acotar este texto para que tenga una extensión razonable y ajustada al espacio que se le brinda, así que me centraré en las problemáticas más importantes de las ICC asturianas. El panorama no puede ser más inquietante: una crisis económica que justifica prácticamente todo lo que se haga; la liquidación de programas de cultura municipal como «Asturias cultural» o «Agenda musical asturiana»; el adelgazamiento hasta el límite del Circuito asturiano de teatro y el hecho más reciente que casi tiene vocación de puntilla: la desaparición de la Obra Cultural de Cajastur.

Todo ello en el marco desolador de los presupuestos culturales de ayuntamientos pequeños y medianos. Quizá la única buena noticia es la aparición, por fin, de programación asturiana en los dos grandes centros culturales de la comunidad. Añadimos aquí una evidencia: en nuestro país ni hay cultura del mecenazgo ni se la espera, porque, así las cosas, como para dedicar recursos a las artes, aunque ello suponga beneficios fiscales. Hay otra circunstancia que ahora pesa toneladas: durante lustros las administraciones públicas han hecho competencia desleal a la iniciativa cultural privada. Ayuntamientos, comunidades y Ministerio de Cultura ofrecían gratis -tenía que ser gratis- productos culturales. Pasado el tiempo las empresas privadas de promoción cultural sin subvención pública se pueden contar con unos pocos dedos. Como consecuencia, las administraciones están culturalmente solas y, apresuradamente, tratan de mentalizar al público de que debe pagar el espectáculo, pero pagar todo lo que vale, y si no que lo ajuste el artista: se ha impuesto de pronto, triunfadora, «la taquilla». Como la oferta es la misma -hasta que la crisis consuma su despiadada purga- y la demanda sigue cayendo en un pozo sin fondo, los cachés -los salarios- se pulverizan y ahora mismo se programan productos culturales por debajo del precio de coste, cuando no a la taquilla, casi siempre exigua por la falta de costumbre y porque no está precisamente el monedero para alegrías. Por afinar un poco más el análisis, un detalle: en Asturias la música -vamos a decir no comercial- tiene una considerable cobertura pública, con dos orquestas sinfónicas profesionales y varias bandas, alguna de ellas de gaitas. T

ambién es cierto que hay varios grupos de cámara y solistas con actividad profesional independiente. Pero el teatro profesional asturiano sólo tiene iniciativa privada, contando con casi 40 grupos profesionales, algunos de ellos con dedicación exclusiva; esta actividad genera numerosos puestos de trabajo: actores, utilleros, escenógrafos, modistas, iluminadores, etcétera. He aquí un ejemplo de lo que nos jugamos. Ahora, allá van unas cuantas dudas: ¿qué va a pasar con todo esto?, ¿cuántos puestos de trabajo relacionados con las ICC asturianas corren serio peligro?, ¿cuánto tiempo podrán resistir esta situación proyectos culturales que estaban bien asentados y reconocidos? -por cierto, algunos de gran proyección internacional-. Y la pregunta final viene dada: ¿se puede hacer algo con este panorama? Se puede, y no poco. Creo que lo primero es establecer el debate, sano y plural, porque las partes implicadas son muchas -artistas, agentes, programadores municipales, Consejería…-, pero además profundo, que las cosas han cambiado mucho y seguramente nunca volverán a ser como antes. Yo, seguro lo estoy de muy pocas cosas y además me encanta sembrar la duda y que me la siembren; fiel a esas premisas y contraponiendo siempre opiniones personales y, por tanto, discutibles, pregunto: ¿no habría que empezar por establecer una política cultural asturiana?, ¿existe al día de hoy? Si existe, me gustaría conocerla, saber de sus objetivos y estrategias. Si no existe, como proyecto definido, creo no hay tiempo que perder. Sería tan fácil como establecer de común acuerdo a dónde queremos llegar, por qué caminos, y de qué recursos disponemos para ello.

A mi parecer, los asuntos a debatir son tan vitales como apasionantes: cómo equilibrar la programación entre las casas de Cultura y los dos grandes centros regionales. Qué hacer con las programaciones municipales. Buscar los caminos para retomar «Asturias cultural» o la «Agenda musical», y así acercar la cultura a los lugares de Asturias que la merecen, que son todos. Cómo balancear los recursos entre la programación amateur y la profesional. Cómo paliar, si se puede, la desaparición de la Obra Cultural de Cajastur. Qué hacer para captar recursos no públicos. Cómo diseñar programaciones sostenibles. Qué estrategias plantear para la captación de público, especialmente del joven. Son algunos ejemplos. Pero no es sólo dinero, se trata de gestión; cualquier administración pública tiene muchísima más capacidad para buscar recursos externos que todas las ICC juntas. Los poderes públicos estaban acostumbrados a disponer de sus partidas y a asignarlas según sus criterios y punto; pero ahora no hay dinero y las administraciones también están para buscar recursos, al fin y al cabo son gestores, ¿no? Por ejemplo, una administración, local o autonómica, puede incentivar el mecenazgo articulando compensaciones, no sólo fiscales. También las administraciones tienen infinitamente más capacidad para encauzar la colaboración de los medios, tan necesaria, tan matizable y que tanto puede favorecer el mecenazgo. Pero si una carencia cultural tiene nuestra comunidad es la promoción exterior de sus activos culturales, y viene aquí a cuenta una nueva cita del Libro Verde tan aplicable a Europa como a Asturias: «(…) Si bien la creatividad tiene raíces locales, tiene también un alcance global.

La promoción de la movilidad de artistas y profesionales de la cultura es una manera de ayudar a nuestras ICC a pasar del nivel local al global y garantizar una presencia europea en todo el mundo (…)». No se pueden perder más oportunidades como éstas: en 2007 el Niemeyer organizó un foro con los responsables del Lincoln Center de Nueva York, el Barbican de Londres, la Opera de Sidney, el Pompidou de París, la Biblioteca de Alejandría, el Tokyo International Forum y el Hong Kong Cultural Center; en 2008 Laboral acogió un Encuentro internacional de programadores de artes escénicas con los programadores del Instituto Cervantes de todo el mundo, unos 40 de los cinco continentes; pues a nadie se le ocurrió presentar ante estas personas una muestra en vivo de las ICC asturianas. Ni puede volver a pasar algo así ni se puede esperar a oportunidades similares, hay que pasar a la acción, aunque los recursos disponibles tengan más que ver con la imaginación que con partidas presupuestarias. Asturias dispone de agentes culturales de gran calidad y en muchos casos reconocimiento internacional: artistas plásticos, solistas, escritores, bailarines, grupos de teatro, grupos de jazz, de rock, cineastas, etcétera. Si esta industria en vez de cultural fuera de otro tipo tendría asegurada la cobertura de la sociedad y de sus agentes para tratar de no perder ni un puesto de trabajo.

Por último, una entidad cultural es una pequeña joya reflejo de su tierra y construida con tanto tiempo como esfuerzo; cuando se pierde, una joya se pierde; las estrategias para impedirlo deberían establecerse en ese necesario y público debate, y estos tiempos no están para perder el tiempo.

MANUEL PAZ MIEMBRO DE «ENTREQUATRE