El panorama económico mundial hace tiempo que es incierto, pero el coleccionismo corporativo sigue capeando el temporal. Lejos de ser visto como un lujo en tiempos de vacas flacas, el arte sigue siendo una parte integral de los presupuestos de cientos de compañías en todo el mundo.
Según informa The Financial Times, la escala de compras ha llegado a niveles sin precedentes. Hace sólo unos años, el denominado “arte de las empresas” no era más que una hilera de retratos de expresidentes anodinos realizados en su mayor parte al estilo del siglo XVIII. Pero ahora conglomerados de todo el mundo tienen colecciones valoradas, en muchos casos, en varios millones de libras que rivalizan con las de los mejores museos.
Pero, ¿por qué esta tendencia de las empresas a sumergirse tan lejos de su negocio principal? La mayoría de las empresas se centran en el arte contemporáneo con la esperanza de que, de alguna manera, las obras sean vistas por los potenciales clientes como una metáfora de su propia creatividad y de un enfoque moderno. Esa parece ser la razón por la que la mayoría de las compañías se alejan de los viejos maestros que son, a menudo y sorprendentemente, los artistas más baratos.
El experto James Slazmann apunta que las empresas, en lugar de decorar las salas de juntas de una forma “rancia y pasada de moda, quieren mostrar su arte para reflejar dinamismo y pensamiento creativo. También quieren inculcar así esa actitud en sus empleados”.
La recesión ha tenido muy poco impacto en la compra de arte corporativo y ha beneficiado a los artistas emergentes más baratos. Eso se debe, según Fabienne Nicholas, director de la consultoría Contemporary Art Society, a que las empresas están siendo ahora más cautas en sus presupuestos. A pesar de la crisis y los problemas económicos, las compañías siguen siendo muy reacias a vender obras de arte porque eso suele sugerir problemas financieros, como explica Catherine Higgs, experta en arte.