La creatividad es la relación entre seis elementos: aptitudes intelectuales, conocimientos, estilos de pensamiento, personalidad, motivación y contexto. Así, varios autores señalan la contribución al pensamiento creativo de los rasgos personales del sujeto “incluyéndose aquí dimensiones de naturaleza cognitiva (fluidez o flexibilidad de pensamiento) y factores no cognitivos (personales y sociales, como tolerancia a la ambigüedad, propensión a asumir riesgos, motivación intrínseca, autoeficacia o los estilos creativos” (Oliveira y cols., 2009). Además, la creatividad requiere habilidades cognitivas como memoria de trabajo, atención sostenida, flexibilidad cognitiva y la capacidad de evaluación de lo conveniente, funciones adscritas al córtex prefrontal.
El pensamiento es un producto de la actividad mental. Existen distintos tipos de pensamiento (deductivo, inductivo, sistemático, crítico…). Entre ellos está el pensamiento creativo, la capacidad de generar pensamientos o ideas más allá del ámbito convencional, que incluye a su vez el pensamiento divergente o lateral. El psicólogo Edward de Bono, que acuñó el término “pensamiento lateral” por primera vez (1967), afirmó que éste es “una forma de organizar los procesos de pensamiento a través de estrategias no ortodoxas”. Consiste en la búsqueda de opciones creativas para resolver un problema. El pensamiento creativo está más en contacto con la imaginación que con el pensamiento racional. A pesar de que el pensamiento creativo tiene un componente innato, lo cierto es que este pensamiento creativo se puede entrenar con los correspondientes estímulos y técnicas creativas. Para De Bono, el pensamiento lateral puede desarrollarse con el entrenamiento de técnicas que ayuden a mirar un mismo objeto desde distintas perspectivas. Pero además, el pensamiento creativo debe ser cultivado incluso si ya tenemos esas facultades innatas. Edward de Bono reconoce tres tipos de obstrucciones del pensamiento: la falta de información, el bloqueo mental y el peso de lo obvio. Cuando lo obvio del problema impide advertir una mejor opción, puede ser superado a través del pensamiento divergente. Es importante destacar que el conocimiento es esencial para el pensamiento creativo. Esto significa que, en todo proceso creativo, juega un papel fundamental la reserva cognitiva del individuo, los saberes y experiencias que éste haya ido adquiriendo a lo largo de su vida y el buen estado de sus funciones cognitivas generales. Sin una buena memoria, atención y, sobre todo, funciones ejecutivas (flexibilidad mental, improvisación, juicio, etc.) no puede desarrollarse una creatividad plena. Para potenciar el pensamiento creativo, es necesario tener la mente siempre activa, algo que se puede conseguir de diversas maneras, entre ellas, con un correcto programa de entrenamiento de las distintas funciones cognitivas.