Las industrias creativas y culturales se encuentran en el corazón de la economía creativa

The Creative and Cultural Industries are in the heart of the creative economy. En la última década se ha generado una creciente afirmación sobre la importancia que tienen las industrias creativas y culturales como sector potenciador del desarrollo económico de las regiones o países. La tesis central de esta declaración es que “la creatividad, el conocimiento y el acceso a la información son cada vez más reconocidos como potentes motores del crecimiento económico y de la promoción del desarrollo en un mundo que se globaliza” (UNCTAD, 2008: p. 61).

Se empieza ya a considerar muy seriamente que la creatividad y la innovación se han convertido en las fuerzas impulsoras de nuestra economía y sociedad. En este mundo globalizado nuestro futuro se apoyaría en nuestra capacidad de crear. Por lo tanto, las sociedades necesitan consolidar su capital creativo. En este contexto, el advenimiento de una economía creativa estaría provocando que emerjan prácticas que conjugan innovación (creatividad tecnológica), emprendizaje (creatividad económica) y creación (creatividad artística y cultural), como elementos combinatorios cada vez más pujantes constituyéndose así como verdaderos creadores de valor (CALZADA Igor, 2006).

Pero a qué nos referimos con ¿Economía Creativa? A todos aquellos sectores y actividades emergentes que están surgiendo en las economías avanzadas con base al sector servicios y la innovación permanente. Implica un desplazamiento fuera de los modelos convencionales y hacia un modelo multidisciplinario que abarca la interfaz entre economía, cultura y tecnología, y focalizado en la predominancia de los servicios y del contenido creativo.

Estos nuevos sectores emergentes, que se han dado a conocer como Industrias Creativas (que no simplemente Culturales), comprenden todas aquellas actividades que se generan desde la combinatoria o la intersección entre tres ámbitos disciplinarios: Arte/Cultura; Empresa/Innovación y Ciencia/Tecnología (UNCTAD, 2004). Las “industrias creativas” pueden definirse como los ciclos de creación, producción y distribución de bienes y servicios que utilizan creatividad y capital intelectual como insumos primarios. Ellas abrazan un conjunto de actividades basadas en el conocimiento y que producen bienes y servicios intelectuales o artísticos tangibles y de contenido creativo, valor económico y objetivos de mercado. Esquemáticamente descriptas, las industrias creativas se encuentran en la intersección entre el arte, la cultura, los negocios y la tecnología. Abarcarían un campo vasto y heterogéneo que engloba la interacción entre varias actividades creativas desde las artes y artesanías tradicionales, la imprenta, la música y las artes visuales y dramáticas, hasta grupos de actividades tecnológicas y orientadas a servicios, tales como la industria cinematográfica, la televisión y la radio, los nuevos medios y el diseño.

Por otra parte, el término Industrias Culturales está asociado, desde medio siglo atrás, a las empresas de producción y comercialización de bienes y servicios culturales, destinados a su difusión y comercialización en amplios sectores de la población. Su función es la de producir (“fabricar”) mercancías o servicios de carácter cultural (libros, discos, películas, emisiones de radio, programas de TV, etc.) destinadas específicamente a difundir y reproducir en términos de prototipo o de serialización determinados contenidos simbólicos (obras literarias, obras musicales, obras cinematográficas, obras televisivas, información, etc.). Posteriores definiciones aclaran más el concepto, cuando se aborda a estas industrias, como un “conjunto de ramas, segmentos y actividades auxiliares industriales productoras y distribuidoras de mercancías con contenidos simbólicos, concebidas para un trabajo creativo, organizadas por un capital que se valoriza y destinadas finalmente a los mercados de consumo, con una función de reproducción ideológica y social” (BUSTAMANTE Enrique y Ramón ZALLO, 1988). Precisamente, el reconocimiento de esta dualidad: mercancía como dimensión económica y contenidos simbólicos -libro/obra literaria; disco/obra musical, película/obra cinematográfica, etc.- nos permite visualizar de manera integral los componentes económicos e industriales, así como ideológicos y culturales, que están presentes en todo producto originado en las industrias culturales.

De acuerdo con algunas de las experiencias revisadas, las industrias culturales serían un subconjunto de las industrias creativas, debido a que comparten sus características de creación, sistema de producción, generación de derechos de copia, y su potencial para producir impactos económicos positivos. La diferencia entre ambas está en el hecho de que los productos de las industrias culturales propiamente dichas tienen un significado social y cultural, un contenido simbólico superior a su valor de uso.

Luego parece ser, cada vez mayor, que el futuro de las economías avanzadas se va a sustentar en generar y promocionar a sus Industrias Creativas y Culturales. Las industrias creativas se han convertido en un sector líder para las economías de numerosos países con índices de crecimiento anual que se sitúan entre el 5% y el 20%. Es claro que los países “desarrollados” aún dominan el mercado mundial de productos creativos. Sin embargo, muchos países en “vías de desarrollo” ya se benefician de la prosperidad repentina de las industrias creativas, particularmente en Asia. Desafortunadamente, la gran mayoría de los países en “vías de desarrollo” aún no han logrado realmente aprovechar sus capacidades creativas para fomentar a través de políticas públicas, principalmente culturales y comunicacionales, su desarrollo. No obstante, todavía queda mucho por hacer, y numerosos estudios permiten afirmar que dichas industrias son uno de los que mayores oportunidades de negocio y empleo presentan para las economías latinoamericanas.

Aparte del Reino Unido, algunas de las experiencias más documentadas son las de USA, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Corea, Singapur, y Hong Kong, los países miembros de la Unión Europea, del MERCOSUR y del Convenio Andrés Bello (CAB). Otras experiencias menos documentadas pero que presentan propuestas interesantes son las realizadas en Rusia para la ciudad de San Petersburgo, en Escocia, Japón, Taiwán, Tailandia, Malasia, Indonesia, Sudáfrica y México. La mayoría de las experiencias realizadas en estos países tienen cobertura nacional. Entre los países de la Unión Europea, se han adelantado estudios del sector creativo en Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal, España y Suecia.

El reto entonces es aprovechar al máximo este potencial económico de crecimiento y desarrollo en un marco de respeto de nuestra identidad y de nuestra diversidad cultural. En cuanto a América Latina, tanto los países de Mercosur como los que forman parte del Convenio Andrés Bello (CAB) han venido trabajando en el tema. En los primeros (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) se han realizado estudios sobre la importancia económica de las industrias y actividades protegidas por el derecho de autor y los derechos conexos (IPDA). Por su parte, algunos de los países del Convenio Andrés Bello vienen adelantando desde finales de los noventa el proyecto Economía y Cultura. En el marco de este proyecto se desarrolló una serie de estudios para Bolivia (2006), Chile y Colombia (2003), Perú y Venezuela (2005). En el caso de nuestro país la investigación fue coordinada y realizada por Carlos Guzmán Cárdenas, bajo el título de “La dinámica de la cultura en Venezuela y su contribución al PIB”, publicado en la Colección Economía y Cultura N° 10 del Convenio Andrés Bello en 2005.